viernes, 21 de marzo de 2014

Paternidad responsable (III) - Los métodos anticonceptivos

Este es, probablemente, el tema más espinoso de todos, y el que provoca más controversias entre católicos de toda condición.
La pregunta clave es:
Si un matrimonio católico ha discernido ante Dios (tal como veíamos en los dos artículos anteriores que define la Iglesia) que debe evitar un nuevo embarazo por un tiempo ¿por qué no puede hacer uso de los métodos anticonceptivos artificiales (píldora, preservativos, DIU, etc.)?
La respuesta en la Humanae Vitae:
La Iglesia enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida.
Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador (HV 11 y 12)
La explicación queda bastante clara, pero me gustaría hacer algunas precisiones. Estos extractos de la HV son la clave del magisterio sobre paternidad responsable. El matrimonio puede discernir que no conviene en este momento a su matrimonio un nuevo embarazo, y lo pueden haber discernido en recta intención.
Sin embargo, la confianza en la voluntad de Dios hace que los católicos dejemos en sus designios LA ÚLTIMA PALABRA sobre el asunto. Es decir, aunque el matrimonio puede hacer uso de los periodos no fértiles para evitar una posible concepción, siempre lo hará sabiendo que puede producirse un embarazo si Dios lo dispone, porque Él es el Señor de la historia, y proveerá lo necesario si ha permitido ese nuevo embarazo no buscado.
Gran parte de los problemas que sufren muchos matrimonios, aunque no lo sepan, están provocados por esta desconfianza en Dios. Este cerrarse a la voluntad de Dios con la utilización de métodos anticonceptivos artificiales, hace que la entrega en las relaciones conyugales no se plena, esté condicionada y por tanto, limitada. Y esa actitud del corazón condiciona mucho más de lo que se puede imaginar, la dinámica del matrimonio. Porque, amigos, el matrimonio solo funciona para siempre, solo puede ser una alianza eterna, cuando se apuesta todo, cuando se juega toda la vida en el empeño. Y cuando en algo tan trascendente para la vida matrimonial como las relaciones conyugales, se separa esa "inseparable conexión que Dios ha querido", se produce una ruptura que limita el amor, que pone las relaciones en peligro, porque cuando se separan esas dos finalidades principales, aparece el egoísmo, la búsqueda del placer como fin, cuando solo es un medio, y la "utilización del otro". No pasa todo el primer día, claro, pero a medida que pasa el tiempo, el matrimonio se desliza cada vez más por esa peligrosa pendiente.
Por eso la Iglesia dice:
En conformidad con estos principios […] hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos […] toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación. (HV 14) 
En algún artículo posterior veremos que no solo SE PUEDE vivir abierto a la voluntad de Dios, sino que es el secreto de la verdadera felicidad matrimonial. El hecho de tratar de ajustarse a lo que Dios quiere, apoyados en unos métodos naturales, que solo se pueden poner en práctica por medio de la "castidad conyugal", hace que aumente la comprensión en el matrimonio, y que la unión en el matrimonio se fortalezca en las vicisitudes cotidianas.
Seguiremos con este tema. 
Por si queréis consultar los artículos anteriores:

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